MOSALINI:
hay aquí un amor incondicional a esta música, que está hecha de tripas, sensibilidad",
El bandoneón es casi la vida. Fue el primer instrumento que escuché, porque mi padre tenía dos pasiones: la carpintería y el bandoneón. Formó siempre parte de mi paisaje musical hogareño",
La música y la danza del Río de la Plata llegaron a las márgenes del Sena hace más de un siglo, seduciendo a los franceses, pero el tango vive ahora una verdadera explosión en Francia, de la mano de algunos de sus maestros contemporáneos, como el bandoneonista Juan José Mosalini.
En una entrevista en París, antes de viajar a Argentina, donde ofrecerá dos conciertos, y de donde partirá luego rumbo a China, Mosalini evocó "la apasionada e incondicional" relación entre París y el tango y entre él y el bandoneón, que llegó a sus manos cuando era un chiquilín.
"¿Qué significa el bandoneón para usted", fue la pregunta tras haberlo escuchado ensayar este fin de semana, antes de un aplaudido concierto en el teatro Alhambra, a unos pasos de la céntrica Plaza de la República. "El bandoneón es casi la vida. Fue el primer instrumento que escuché, porque mi padre tenía dos pasiones: la carpintería y el bandoneón. Formó siempre parte de mi paisaje musical hogareño", explicó.
Mosalini, de 66 años, estudió con su padre desde los 8 años y a los 13 integró una orquesta de barrio, que tocaba en bailes y carnavales. "Era la época floreciente de estas orquestas", recordó el artista, que dio el salto a París en 1977. "Me trajo la música y la situación política. Estábamos en plena dictadura militar y nuestra generación fue salvajemente golpeada. Nadie dejó de sufrir, sobre todo la gente que militaba, lo que era mi caso", recordó.
Mosalini nota que es testigo y partícipe del movimiento que transformó a París en la "segunda capital del tango". "El tango, que llegó a Francia hace más de un siglo, vivió su primer apogeo en los años `30. En esa época, las orquestas populares francesas tocaban siete u ocho tangos todas las noches. Además, las visitas de artistas argentinos como (el uruguayo Francisco) Canaro y Carlos Gardel, que filmó tantas películas aquí, hizo que el tango estuviera siempre presente en París, de manera a veces clandestina, o sumergida, como fue durante la Segunda Guerra Mundial".
"¿Quién no pasó por París? Algunos se quedaron. Yo soy uno de ellos. Y es que hay aquí un amor incondicional a esta música, que está hecha de tripas, sensibilidad", expresó.
El País Digital
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