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jueves, 24 de junio de 2010

Gardel Leyenda. Escasos homenajes en aniversario especial

Leyenda. Escasos homenajes en aniversario especial


ALEXANDER LALUZ

La voz de las horas pares de radio Clarín. El Zorzal Criollo, el Mudo, el Morocho del Abasto, el Mago. El hombre que hizo el trágico viaje en el trimotor F-31 el 24 de junio de 1935, y en el aeródromo Olaya Herrera de Medellín fue arrebatado de la tierra de los mortales.

Carlos Gardel 75 años después. Ya el mito incuestionable, disputado, novelado, amado, apropiado y reapropiado. Ya una pieza angular en las narrativas de la identidad, de la afirmación nacional. Ya asunto legal y de Estado. Todos ellos, todos Carlos Gardel, anudados en la figura de este hombre que le dio a la canción popular un modelo ejemplar en la interpretación y la creación, a la vez que oficiaba de figura fundamental para la industria discográfica, la radio y también el cine, cuando el pasado siglo contaba sus primeros años. Todos en el nombre que hoy es motivo de justificados homenajes en Buenos Aires, Medellín, Tacuarembó, Montevideo, el mundo.

Al norte del Río Negro, en tierras tacuaremboenses, cuna reivindicada (y probada) del Zorzal, la Semana Gardeliana llega a su edición número 16. La programación, ciertamente, le rinde homenaje a la multiplicidad de signos que hacen a la imagen de Gardel: desde el campeonato regional de handball, el premio hípico Lunático del Mago, el concurso regional de baile de tango (que clasificará para el Campeonato Nacional de Baile de Tango, a realizarse en Montevideo), la Bicicleteada Gardeliana, hasta una variada agenda de espectáculos.

En Montevideo, la cartelera gardeliana tiene, llamativamente, pocos puntos de atención. Una de ellos, quizás (o sin quizás) el principal, la convocatoria de Joventango junto a la Comisión de Homenaje a Juan D`Arienzo, un clásico, que será en el Club Español, a partir de las 21, bajo el título Gran milonga en homenaje a Carlos Gardel. Un cierre de otra activa semana en la que el mito fue abordado en sus distintas facetas. Al detalle: los protagonistas de esta milonga serán Nelson Alberti y su orquesta típica que, como indica el comunicado, revive el inconfundible estilo de D`Arienzo, junto a las voces de Víctor Salas y Roberto Bueno.

Una hora más tarde, y en Baldomir 2450, la sala de Somos Sonido recibirá a Eduardo Rivero con su reciente trabajo discográfico, El vuelo del Zorzal, junto Andrés "Poli" Rodríguez en guitarra y Eduardo Vila en guitarrón. El repertorio, sabido es, vuelve sobre una etapa fermental de Gardel, cuando el sonido de las guitarras comenzaba a sentar las bases de una tradición todavía vigente. Y Cinemateca, por otro lado, presenta a partir de hoy (y hasta el domingo) el ciclo Cada vez canta mejor, en el que se exhibirán algunos de los títulos representativos de la filmografía del Zorzal (Las luces de Buenos Aires, El día que me quieras, Tango bar, entre otros).

después del mito. Es cierto que el bronce de los homenajes tiende a "enfriar" la vitalidad de los erigidos en condición de mito, prócer, valuarte, en cualquier ámbito cultural. Y también es cierto que las liturgias de la redondez numérica no agregan ningún valor puntual a su objeto o sujeto, salvo, claro, la marca cronológica de una permanencia que se define en un terreno simbólico mucho más complejo.

Al mismo tiempo, los intentos de desbloquear la rigidez del mausoleo corren con un riesgo igualmente peligroso: el silencio (o la distracción). Y en el caso de Gardel, las vueltas de la historia parecen dejar hoy a Uruguay ante la evidencia de esos efectos delicados, cuando no polémicos. Al llegar al aniversario número 75 de su trágico fallecimiento, uno de los mito centrales de la canción popular queda prácticamente silenciado en las carteleras -con la excepción de los eventos antes citados- y, sobre todo, de la agenda cultural oficial. Algo llamativo desde el momento en que su nombre y su historia se convirtieron en asunto de Estado (tal como fijó la ley 16.742, aprobada en mayo de 1996 en el Poder Legislativo, y en la que se consagra los 24 de junio como el Día de Carlos Gardel), objeto de numerosas investigaciones y también de abordajes literarios; ni qué decir de que este aniversario se cumple a meses de que la Unesco reconociera oficialmente al tango como patrimonio cultural de la humanidad. Tal vez sea un problema de lo "trillado" o complejo del tema. Gardel es Gardel, "cada día canta mejor", y el mejor homenaje lo hace la memoria y la escucha. No obstante, cabría preguntarse si, desde lo artístico o el campo cultural que sea, ya no queda nada más que sumar al conocimiento de un figura que se esgrime como un emblema en las narrativas identitarias. Pero lo indiscutible es que los silencios suelen ser la expresión más elocuente de los olvidos (aún cuando haya monumentos que parezcan decir lo contrario).

La voz, la estampa y la historia que devino mito de la cultura popular
Para la música popular, y el tango en particular, el aporte creativo e interpretativo de Carlos Gardel sigue aún hoy intacto, vigente: su afinación impecable, el fraseo que condimentaba un decir tanguero y criollo de potente swing, su seguridad y eficacia en la composición de los personajes vocales, la articulación de los textos, son, como diría un connotado músico uruguayo, verdaderos golazos. También está el valor de su repertorio. Un extenso acervo de milongas, valses y cifras marcan su veta más folclórica, que se pliegan con fluidez a sus numerosos canciones tangueras (o tango canción).

Haciendo gala de estos (y otros) signos o rasgos bien concretos, que, además, resultan intransferibles, salvo por la burda copia, Gardel arremetió en el mercado musical de los primeros años del siglo pasado con una carrera que muchos han definido como abrumadora, contundente. Dejó más de un millar de registros fonográficos y firmó poco más de ochenta creaciones originales. Algunas de ellas, como la fundacional Mi noche triste, Volver, El día que me quieras, devinieron clásicos y éxitos que recibieron incontables versiones (de las buenas, malas y olvidables) por artistas de distintos campos musicales (el propio tango, la llamada fusión, el jazz, el rock e incluso la música clásica).

Otro tanto se podría decir de sus incursiones en el séptimo arte, en el que participó, tanto en Argentina como Hollywood, de una veintena de películas y cortometrajes, siendo la primera, de 1917, Flor de durazno, y la última Tango bar, de 1935.

Sólo con estos elementos, sumado a su trágica muerte en el aeródromo de Medellín, Colombia, el 24 de junio de 1935, bastaban para sellar ese pasaje a la condición de mito popular. No obstante, o quizás como consecuencia de ello, alrededor de su figura se fueron tejiendo múltiples discursos atravesados por reivindicaciones (o reclamaciones) de nacionalidad, reconstrucciones sobre cada tramo de su historia personal.

Dinámica que reconfirma el rico, múltiple, mapa de sentidos que encierra un símbolo tan potente, prestigiado en contextos muy diferentes, desde Colombia, Europa o el Río de la Plata.


El País Digital

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