Por inquietos, convencidos, arremetedores, los Ricacosa ya son santo y seña del renovado impulso tanguero local: un
lenguaje tan guitarrero y cimarrón como su flamante segundo disco, que esta noche, a las 21, presentan en la Sala
Zitarrosa.
ALEXANDER LALUZ
Por inquietos, convencidos, arremetedores, los Ricacosa ya son santo y seña del renovado impulso tanguero local: un
lenguaje tan guitarrero y cimarrón como su flamante segundo disco, que esta noche, a las 21, presentan en la Sala
Zitarrosa.
Nada de etiquetas, peluquines, ni muecas custodiadas en arcones apolillados. Simple y llanamente: Cimarrón (Ayuí, 2010). El
nuevo disco (el anterior fue Bien parejito) en el que Martín Tejera, Sebastián Rey, Matías Romero y Camilo Vega se calzaron
sus tres guitarras y un guitarrón para entretejer un sonido orgánico ("un masaje al oído", como lo definió otro
guitarrista, Nicolás Ibarburu) que se saltea mediaciones edulcoradas y postizas para dejar al aire las raíces de una
tradición que entronca con Gardel, Rivero, Zitarrosa, Mario Núñez y, sobre todo, con el maestro Alberto Mastra.
Y su presentación en sociedad, cuentan Tejera y Rey, tendrá todos esos ingredientes musicales, más la danza, y esa apuesta
a involucrar al público sin restricciones de credos musicales o distancias generacionales.
"Con este disco sentimos que hemos logrado un sonido más limpio. Hemos mejorado la parte arreglística, y sentimos que hemos
recogido un repertorio que está muy lindo y representativo de todo lo que es el folclore, el tango, en su lenguaje más
moderno y en el más antiguo, tradicional, también", coinciden Rey y Tejera. Porque la idea, recalcan, es tratar de unir
distintas generaciones: "así es que lo escuchan los jóvenes, los roqueros, los más veteranos, los viejos. Y todo el mundo
encuentra algo en lo que reflejarse".
Luce como un plan ambicioso, un proyecto que pretende abarcar un imposible: a todos. Sin embargo, los Ricacosa han
encontrado la clave para pegar en el lugar justo de una sensibilidad que atraviesa las diferencias. Y, efectivamente, la
convocatoria cimarrona, guitarrera, funciona, y muy bien.
"Nosotros somos de la generación del ochenta. Imaginate, escuchábamos de todo un poco, de todo lo que había, igual que
ahora. Pero cada uno de nosotros mamó desde muy pequeños el tango por algún miembro de la familia". Esas historias los
unen. Padres, madres, abuelos, allegados, que, de una manera u otra tenían un vínculo vital con el tango, al punto de urdir
con él una banda sonora que se pegó al oído, a la memoria, y acompañó el crecimiento de estos jóvenes músicos.
Y hoy, "nosotros somos parte de una generación que quiso recuperar todo eso. Pero lo quisimos poner en nuestro lenguaje; es
una forma de sentirnos parte de esa historia, sin llegar a hacer lo mismo que se tocaba, por ejemplo, en los años sesenta".
En otras palabras, una apropiación cimarrona, otra vez, como el disco, que tiene mucho de libertad para reunir músicas,
hacerlas propias, darles ese tono personal que las vuelve, casi inevitablemente, un signo de identidad. "Somos muchos
jóvenes que estamos vinculados al tango, y no sólo es Ricacosa. Hay mucha gente que está volviendo a eso, hay mucha gente
que está bailando, y en tanto hay un bailarín, hay un músico. Entonces, así se va formando la conexión social entre todos
nosotros", entre milongas, "toques", las clases de tango.
En esa red simbólica, Bien parejito, no sólo fue el primer disco del cuarteto, sino el resultado de un aprendizaje, un
descubrimiento. Y ahora, con Cimarrón, llega la jugada más musical después de un tiempo de decantación, en el que lo
salvaje y la libertad se tomaron el lujo de profundizarse. "Fue un disco que quisimos hacer en pocas horas de estudio. De
hecho lo hicimos en 25 horas de tomas de sonido y otras 25 dedicadas a las mezclas". Así pusieron toda la concentración en
lograr un sonido orgánico con las guitarras, optando por grabarlas en vivo, e incluso "dándonos cuenta que hay que
aprovechar aquel micro que está allá, en aquel rincón, y que nadie le da bolilla porque está un poquito oxidado". Las
canciones, también con orgánica unidad, corren por la cancha de lo diverso: creaciones propias ("que las van a reconocer
por las letras"), de Mastra ("nuestro superhéroe, el milonguero montevideano más fiel), Berther "Melo" Blanco ("un amigo de
las costas de Rocha"), "Pato" Mendaro, Cacho Roldán, Julio Cobelli, Demare y Manzi, Mario Núñez. Y sigue: de todo como en
botica tanguera, pero tan parejito como cimarrón.
Periférico Tango en la Sala Zavala Muniz, del teatro Solís
Con la dirección de Federica Folco y la música original de Fernando Goicoechea, el proyecto "Periférico Tango" se
presentará nuevamente esta noche a la hora 21.00 en la Sala Zavala Muniz del Teatro Solís (Buenos Aires 678), con los
bailarines Gabriela Farías, Guillermo Fleitas, Eduardo Ferrer, Chenkuo Che, Federica Folco y Sebastián Niz.
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